Sapito y Sapón

Sapito y Sapón
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En un tranquilo charco de un bosque encantado, donde los junquillos danzaban al compás del viento, vivían dos sapitos llamados Sapito y Sapón. Sapito, con su piel reluciente como un esmeralda recién pulida, era un soñador. Pasaba sus días contemplando las nubes y fabulosos mundos que se escondían en el cielo. Sapón, en contraste, lucía un tono más apagado, como si de un anhelo tuviese impregnada su piel, y lo que le emocionaba era la idea de aventuras; su energía chispeante lo conducía a explorar más allá de los límites del charco dorado por el sol.

Una mañana radiante, el canto de un ruiseñor susurró una invitación al corazón de Sapito. «Hoy es el día perfecto para volar,» cantó el pájaro. Sapito suspiró, «Desearía poder, pero solo salto. ¿Qué hay más allá del charco?» Sapón, oyendo la conversación, se iluminó como si la luna misma le iluminara el rostro. «¿Por qué no buscamos un lugar mágicamente lejano donde podamos volar, incluso sin alas?»

Y así, los dos amigos comenzaron su travesía. Saltando de roca en roca, cruzaron riachuelos y se adentraron en un bosque donde los árboles eran tan altos que sus copas acariciaban las nubes. En su camino, se encontraron con una tortuga sabia llamada Doña Tula, que dormitaba al sol. “¿Dónde van, pequeños soñadores?” preguntó con voz pausada. Al escuchar su deseo de volar, ella sonrió y dijo: “En el corazón de cada sapito reside un par de alas, pero deben aprender a creer en sí mismos.”

Llenos de renovada esperanza, Sapito y Sapón continuaron su recorrido hasta que llegaron a un claro oculto. Allí había un lago brillante que parecía un espejo titilante. “¡Vamos a saltar!” exclamó Sapón. Con un gran impulso, ambos se lanzaron al agua y, al tocar la superficie, ocurrió lo inesperado: un torbellino de luces los envolvió, y a medida que iban girando, comenzaron a elevarse en el aire, sus cuerpos transformándose en suaves destellos de colores.

Al abrir los ojos, Sapito y Sapón se encontraron flotando entre las nubes, maravillados por un mundo sin fin en el horizonte. «¡Mira, Sapito! ¡Estoy volando! ¡Soy todo lo que quise ser!» decía Sapón con risas melodiosas. «¡Mira hacia abajo, amigo!» respondió Sapito, admirando el charco que una vez fue su hogar y ahora se veía tan pequeño desde arriba.

Unidos por la magia y la convicción, decidieron danzar entre las nubes, dejando rastros de colores en el aire. En ese instante, entendieron que no necesitaban alas formales para realizar sus sueños. La fe en su amistad, el coraje para aventurarse y la voluntad de explorar lo desconocido eran su verdadero poder.

Así, Sapito y Sapón siguieron volando, riendo y soñando, mientras el mundo se abría ante ellos, floreciendo como un lienzo en los colores de su unión. Y en el fondo de sus corazones, supieron que siempre, siempre podrían volver a levantarse, sin importar los obstáculos que encontraran.



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