Era una tarde brillante en el pueblo de Vallecontento, donde el sol jugaba a esconderse entre los nubes algodonosas como si fuera un niño travieso. En ese pequeño lugar, había una biblioteca antigua, custodiada por les ancianas Mariposas de Papel, seres delicados que volaban de libro en libro, asegurándose de que cada palabra contara su historia con alegría.
Dentro de esa biblioteca, un niño llamado Tomás se aventuraba en las páginas de una novela mágica. Un día, al pasar la hoja, su dedo rozó una palabra dorada que chisporroteó como el fuego de un cohete. De repente, el mundo a su alrededor se desvaneció, y se vio sumergido en un bosque encantado de letras brillantes.
Los árboles eran de páginas abiertas, con hojas que susurraban secretos, y las flores eran poemas en flor. En medio de esta maravilla, Tomás conoció a dos guardianes: Luna, una joven valiente con una melena de estrellas, y Oliver, un pequeño zorro con ojos de tinta que sabían leer los sueños de cualquiera. Juntos, eran los protectores del Libro Secreto, un tomo que contenía historias olvidadas que podían cambiar el corazón de quienes las leían.
«¿Por qué es tan importante este libro?» preguntó Tomás, maravillado por la belleza del lugar.
Luna sonrió y explicó: «Porque tiene el poder de hacer que las personas crean en lo imposible. Si cae en las manos equivocadas, podría ser usado para borrar las historias más bellas del mundo».
Inspirado por su misión, Tomás decidió ayudar a los guardianes. Pasaron días explorando juntos, descubriendo historias que bailaban a su alrededor, buscando a aquellos que necesitaban un poco de magia en sus vidas. Ayudaron a una ancianita a recordar su infancia, a una niña a soñar con aventuras en el océano, y a un niño a comprender que, a veces, la amistad llega de manera inesperada.
Por cada historia compartida, el Libro Secreto brillaba más intensamente, como un faro de esperanza. Pero un oscuro y antiguo dragón de la Olvidancia, conocido por borrar cuentos, empezó a oír sus risas. «¿Qué es esto?», rugió al aparecer en el cielo, con un aire de amenaza que hizo temblar las hojas. «¡Dejad que se lleve el libro!»
Tomás miró a sus nuevos amigos y se llenó de valor. «No, no dejaremos que lo hagan», gritó decidido, y juntos, comenzaron a contar historias al dragón, con sus palabras tejieron un encantamiento de luz. Contaron sobre héroes, risas, y sueños, llenando el aire con colores invisibles. El dragón, embelesado, olvidó su furia y empezó a recordar aventuras propias.
Así, poco a poco, las alas de la Olvidancia comenzaron a desvanecerse, y el dragón se convirtió en un cuentacuentos, compartiendo relatos a cambio de risas. Vallecontento nunca se sintió tan vibrante como aquel día, donde el poder de la historia unió a los corazones. Y aunque el Libro Secreto fue guardado con mucho cariño, el tiempo dejó su huella en cada rincón del bosque de letras.
Tomás, Luna y Oliver, unidos en la magia, sabían que las historias nunca se olvidarían si se compartían. Así que, con el cielo vistiendo sus mejores colores, decidieron que la aventura nunca acabaría. Llevarían consigo el amor por las palabras y la luz de sus cuentos, en cada rincón del mundo.