Las estrellas fugaces de la colina

Las estrellas fugaces de la colina

En un pequeño pueblo anidado entre colinas suaves y verdes, donde el aire siempre llevaba una melodía de risas infantiles, vivía una niña llamada Lucía. Cada noche, cuando el sol se escondía tras el horizonte y las sombras comenzaban a danzar entre los árboles, Lucía subía a la colina más alta para observar el cielo estrellado. Ella creía que cada estrella tenía una historia que contar.

Una noche particularmente clara, mientras Lucía escuchaba el murmullo del viento, un destello brillante cruzó el firmamento. Fascinada, cerró los ojos y pidió un deseo: “Que cada estrella fugaz me cuente su historia”. De repente, un suave resplandor comenzó a rodearla. Junto a ella apareció un pequeño grupo de estrellas fugaces que chisporroteaban con alegría.

La primera estrella, que se llamaba Estrella Lúcida, se acercó con su luz suave y enérgica. “Yo vengo de un lugar lejano, donde los sueños se siembran como semillas. He viajado millones de kilómetros para encontrar un corazón que me escuche”. Lucía, asombrada, la animó a continuar. “¿Qué sucede en tu hogar?”

“Allí, cada deseo se convierte en un color que pinta el cielo. Los que desean con fe ven cómo sus sueños fluyen como ríos de luz, llenando el mundo de esperanza”, explicó Estrella Lúcida. Lucía sonrió, imaginando los arcoíris de deseos.

Siguió una segunda estrella, llamada Estrella Sonriente, que dejaba un rastro de risas. “Yo, Lucía, soy la encargada de recordar la felicidad. Cada vez que alguien ríe, me acerco para revivir ese momento en el aire”. Lucía rió a carcajadas, sintiendo la alegría que la estrella compartía, y juntas se dejaron llevar por la magia de la risa.

Finalmente, llegó la Estrella Silenciosa, envolvida en un aura de misterio. “Yo soy la portadora de los secretos de la noche. En cada rincón oscuro, guardo las historias más profundas de aquellos que se atreven a soñar”, susurró. Intrigada, Lucía la invitó a compartir uno de esos secretos.

“En la oscuridad, encontramos nuestra luz y así logramos deslumbrar. No temas al silencio, porque es allí donde nacen las respuestas”, reveló la Estrella Silenciosa. Lucía, sintiéndose iluminada, comprendió entonces que los momentos de reflexión son también parte del viaje de los sueños.

Antes de despedirse, las estrellas fugaces rodearon a Lucía y, con un brillo especial, le dijeron: “Cada vez que veas una estrella fugaz, recuerda que los deseos son semillas que pueden florecer en el corazón del que sueña”. Y, en un destello de luz, comenzaron a elevarse por el cielo, dejando a Lucía bañada en un suave resplandor de esperanza y alegría.

Cerrando los ojos, la niña dejó que las historias de esas estrellas resonaran en su corazón, donde los sueños y la felicidad se entrelazaban, listos para iluminar cada noche de su vida. Así, con unas sonrisas escondidas y el murmullo de las estrellas en su mente, Lucía se entregó al abrazo dulce del sueño, sabiendo que cada albor traería nuevas aventuras y promesas del cielo.



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