La niña y el niño que descubrieron un nuevo mundo de fantasías

La niña y el niño que descubrieron un nuevo mundo de fantasías

En un rincón soleado de un pequeño pueblo llamado Villaalegre, vivían dos amigos inseparables: Sofía y Mateo. Sofía, con su cabello rizado y ojos de estrellas, siempre soñaba con aventuras; Mateo, con su sonrisa traviesa y su gorra azul, creía que cada día traía consigo un nuevo misterio a resolver.

Una tarde de verano, mientras exploraban el bosque cercano, tropezaron con un viejo árbol de tronco retorcido y hojas doradas, que parecía susurrar su nombre. “¡Sofía! ¡Mateo!”, decía su voz crujiente. Intrigados, se acercaron, y a su sorpresa, encontraron una pequeña puerta escondida en la corteza del árbol. “¡Vamos a ver qué hay dentro!”, exclamó Sofía, mientras Mateo asentía con su mirada llena de curiosidad.

Abrieron la puerta y, en lugar de encontrarse con un oscuro túnel, fueron engullidos por un remolino de luces brillantes y colores vibrantes. Un instante después, aterrizaron suavemente en un mundo donde los sueños cobraban vida. El cielo era un lienzo de arcoíris y las flores cantaban melodías alegres. “¡Estamos en el Mundo de Fantasías!”, gritó Mateo, brincando de felicidad.

En esta tierra mágica, conocieron a un dragón de purpurina llamado Lumis, que podía volar con un solo aleteo de sus alas chillonas. “¡Hola, amigos! ¿Quieren acompañarme a recoger nubes de caramelos?», preguntó Lumis con su voz melodiosa. Sofía y Mateo se miraron, sorprendidos por la curiosidad que ardía en sus corazones.

Subieron a su lomo brillante y juntos volaron hasta un cielo de algodón dulce. Allí, entre las nubes, recolectaron nubes de todos los sabores: fresa, chocolate y menta. “¡Mmm, qué delicioso!”, exclamó Sofía, mientras uno de los caramelos se derritió en su boca. En ese viaje de risas y dulzura, cada nube contenía una historia, y pronto, encontraron a pájaros cuentacuentos que les contaban relatos de valientes guerreros, hadas bailarinas y tesoros escondidos.

De repente, un fuerte viento comenzó a soplar y las nubes comenzaron a disolverse. “¡Rápido, tenemos que regresar!”, dijo Lumis. Con un potente batir de alas, llevó a Sofía y Mateo de regreso al árbol mágico. Pero al aterrizar, se dieron cuenta que habían cambiado. A su alrededor, brillaban pequeñas estrellas que brotaban de sus manos. “¡Hemos traído la magia con nosotros!”, murmuró Mateo, visiblemente emocionado.

Desde aquel día, Sofía y Mateo nunca dejaron de soñar ni de explorar. Cada noche, bajo el manto de estrellas, se sentaban frente al viejo árbol, compartiendo historias sobre el Mundo de Fantasías, mientras las luces en sus manos iluminaban el camino hacia nuevas aventuras. Y así, felices y llenos de magia, seguían creando, juntos, su propio mundo de fantasías.



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