La melodía del río encantado

La melodía del río encantado

En un pequeño pueblo llamado Valle de Luz, donde las estrellas se asomaban con delicadeza cada noche, vivía una niña llamada Lucía. Su risa era la melodía más hermosa que jamás se había oído y su corazón albergaba sueños tan vastos como el cielo. Un día, al anochecer, mientras las sombras danzaban en su hogar, Lucía escuchó un murmullo a través de la ventana. Era el río encantado, que serpenteaba por el bosque cercano.

Tendida en su cama, no pudo resistir la llamada de aquella música sutil y envolvente. Se vistió con su bata de estrellas, una prenda que su abuela siempre decía que contenía los susurros de la noche. Con pasos ligeros como el viento, se adentró en el bosque, guiada por el suave canto que emanaba del agua.

Al llegar a la orilla, se encontró con un escenario mágico: el río brillaba como si estuviese lleno de luciérnagas, y sus aguas reflejaban un mundo de colores nunca antes visto. A su alrededor, seres fantásticos danzaban; eran duendes, hadas y pequeños peces que saltaban en armonía al compás de la melodía del río.

Uno de los duendes, llamado Tilo, se acercó a Lucía con una sonrisa traviesa. “¡Bienvenida a la Compañía de la Melodía! Aquí, cada noche, nosotros creamos la música que hace que los sueños fluyan como el río mismo.”

Lucía, fascinada, se unió a ellos. Con cada paso que daba, su corazón se llenaba de alegría. Saltó sobre piedras pulidas, recogió flores que brillaban como estrellitas y cantó junto a las ondinas, que la envolvían en suaves cantos de acantilado y despertar.

Las horas pasaron como hojas arrastradas por el viento. Cuando el primer rayo de sol empezó a asomar, Tilo llevó a Lucía a una roca grande, cubierta de musgo y chispas de oro, y le dijo: “Desde este lugar, puedes hacer un deseo. El río te escuchará y lo convertirá en una melodía eterna.”

Lucía cerró los ojos y pensó en un deseo que la acompañaría siempre: un mundo donde la risa y la música nunca cesaran, donde todos los corazones pudieran bailar al ritmo del amor. Al abrir los ojos, el río lanzó una suave brisa que llenó el aire de notas dulces.

“Tu deseo ha sido escuchado,” murmuró Tilo mientras la melodía se elevaba en una sinfonía encantada. Entonces, el río emitió luces que danzaron en el cielo, tejiendo un amanecer radiante.

Con el corazón lleno de luz, Lucía se despidió de sus nuevos amigos y regresó a su hogar. Al llegar, se acomodó en su cama, y aunque el río encantado quedaba lejos, le llevaba consigo la melodía que había de ser su refugio. Y así, cada noche, cuando el sueño casi la alcanzaba, una suave música la envolvía, recogiendo sus sueños como si fueran estrellas danzantes en el cielo.

Y así, en Valle de Luz, el eco de la melodía del río encantado vivió por siempre, llenando de alegría y amor todos los corazones que la escucharon.



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