En un rincón olvidado del mundo, donde el sol se desperezaba tímidamente al amanecer y la luna iluminaba los sueños al caer la tarde, se encontraba la Casita de los Cuentos Encantados. Era una pequeña cabaña de madera revestida de hiedra y flores silvestres, que susurraban secretos cuando el viento pasaba. Dentro, los estantes estaban repletos de libros, cada uno con portadas de colores vibrantes y títulos que brillaban como estrellas en la noche.
Allí vivía Sofia, una niña de cabellos rizados y ojos grandes como el cielo, llena de curiosidad y sueños. Cada noche, antes de cerrar los ojos, se aventuraba en la búsqueda de historias en aquel mágico refugio. Una noche, mientras hojeaba un viejo volumen cubierto de polvo, escuchó un pequeño susurro: “¡Ayúdame, por favor!”
Sofia, intrigada, siguió el sonido que provenía de un libro titulado “El Jardín de las Mariposas Olvidadas”. Abría la página y, de pronto, una mariposa dorada emergió de sus letras, danzando ante sus ojos fascinados. “Soy Valentina”, dijo la criatura con voz musical. “He sido atrapada aquí por un hechizo antiguo. Necesito que me lleves de vuelta al jardín, donde mis hermanas me esperan.”
Sin pensarlo dos veces, Sofia se alzó, tomando la mariposa en su mano delicada. “Vamos, Valentina, te ayudaré”, prometió. Juntas, salieron de la casita y se adentraron en la noche estrellada, donde las hojas cantaban y las sombras danzaban bajo la luz de la luna.
Tras un viaje lleno de risas y susurros de historias, llegaron a un jardín deslumbrante donde miles de mariposas vibraban en un ballet multicolor. “¡Aquí es!”, exclamó Valentina con alegría. “Mis hermanas me esperaban.”
Sofia, con el corazón latiendo de emoción, colocó a Valentina entre las flores. En un instante, todas las mariposas se unieron en un torbellino de luz y color, formando un hermoso arcoíris que llenó el cielo. “Tu bondad ha roto el hechizo”, dijo Valentina, iluminada por la gratitud. “Ahora forma parte de nuestra historia.”
De repente, las mariposas comenzaron a girar en espiral, creando un remolino encantado que engulló a Sofia en una suave brisa. Cuando el aire se despejó, la niña se encontró de vuelta en su cama, el brillo de la luna acariciando su rostro. En su mesita de noche, un pequeño libro destellaba con luz propia, titulado “La amistad y sus alas”.
Sofia sonrió, sabiendo que había tejido una historia propia en la Casita de los Cuentos Encantados, donde la magia nunca cesaba y cada noche traía consigo nuevas aventuras esperando ser vividas.
Y así, mientras cerraba los ojos otra vez, una suave risa de mariposas resonó en su corazón y con un suspiro de felicidad, se dejó llevar a un mundo lleno de cuentos encantados.