La caja de los sueños olvidados

La caja de los sueños olvidados

En un pequeño pueblo al borde de un lago que reflejaba la luna, vivía una niña llamada Marisol. Tenía el cabello como hilos de oro y un corazón que latía al ritmo de su imaginación. Cada noche, antes de dormir, Marisol confeccionaba castillos en el aire, caballos que danzaban y estrellas que cantaban. Sin embargo, en su rincón más secreto, había algo que nunca compartía: la caja de los sueños olvidados.

Era una caja antigua, de madera oscura, que su abuela le había dejado en herencia. Marisol la había encontrado cubierta de polvo en el desván. La caja tenía un pequeño candado, y aunque nunca había visto la llave, ella siempre la había llenado de papeles en blanco, donde plasmaba sus más grandes sueños. Sin embargo, no todos los sueños eran para ser guardados; algunos se acurrucaban, tímidos al borde del olvido.

Una noche, mientras el viento susurraba entre las ramas de los árboles, Marisol decidió abrir la caja por primera vez. Con un hisss que resonó en el silencio, el candado se abrió como si susurrara secretos. Dentro encontró un brillo tenue que iluminó su rostro. Eran pequeños barcos de papel, que se meciaban suavemente como si estuvieran navegando en un mar de suspiros olvidados. Cada barco contenía un sueño perdido, uno que Marisol había dejado de lado por miedo o por tristeza.

Decidida a recuperar cada pedacito de su fantasía, Marisol tomó un barco al azar. Era el barco de su sueño de ser una gran pintora y viajar por el mundo. Cerró los ojos y, en un parpadeo, se encontró en una colorida plaza llena de artistas. Los colores danzaban alrededor de ella, como mariposas que acarician las flores, y Marisol supo que su sueño podía reavivarse.

Después de un rato, regresó a la caja y tomó otro barco. Esta vez, era el de ser amiga de los animales. Al abrir los ojos, estaba en un encantador bosque donde los ciervos le ofrecían flores y las ardillas hacían piruetas a su alrededor. Su risa resonaba y se mezclaba con el canto melodioso de los pájaros.

Así fue como, una noche tras otra, Marisol abrió la caja de los sueños olvidados, sin miedo y con el corazón ligero. Cosechó aventuras, risas y amistades con cada barco que navegaba en su imaginación. Descubrió que esos sueños no estaban perdidos, sino simplemente esperando a ser recordados y vividos.

Finalmente, una noche, Marisol cerró la caja con una sonrisa amplia, habiendo despertado cada uno de sus sueños. Mientras la luna sonreía y los estrellas parpadeaban, se dio cuenta de que cada sueño, cada aventura, había tejido una manta de luz alrededor de su corazón. Y así, se durmió con la certeza de que el mañana traería nuevas historias por descubrir.



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