El susurro del viento en el bosque

El susurro del viento en el bosque

En un rincón del mundo donde los árboles danzaban al compás del viento, vivía una niña llamada Luna. Su risa era como el canto de un ruiseñor y su curiosidad iluminaba el bosque como un faro en la noche. Cada tarde, al caer el sol, Luna se aventuraba entre el susurro de las hojas y el murmullo de los ríos, como quien sigue un canto inalcanzable.

Un día, mientras exploraba un sendero nuevo, se encontró con un viejo roble, cuyas ramas parecían abrazar el cielo. Intrigada, se acercó y, con un toque ligero, acarició su corteza rugosa. En ese instante, el viento sopló con fuerza, llevando consigo un suave susurro que resonó en sus oídos. “Ven, pequeña soñadora, escucha la historia que guardo”, pareció decir.

Luna, con el corazón palpitante de emoción, se sentó bajo la sombra del roble. Cerró los ojos y dejó que el susurro del viento la envolviera como una manta de estrellas. Entonces, empezó a ver: imágenes de criaturas mágicas que habitaban el bosque. Un zorro de pelaje dorado que guiaba a lostrenes a atravesar el río; un búho de ojos centelleantes que conocía los secretos del cielo; y un ciervo que portaba un collar de flores que nunca marchitaban.

A medida que las visiones danzaban ante ella, el viento pareció reír, ligero y juguetón. “Cada ser de este bosque tiene una historia que contar, pero sólo quienes tienen un corazón puro pueden oírlas”, susurró el aire en su danza. Luna sonrió, comprendiendo que todos los seres vivientes, por pequeños que fueran, llevaban consigo un rincón de magia.

De repente, el cielo se tiñó de un suave rosa y el sol empezó a esconderse detrás de los árboles. Con un pequeño suspiro, Luna supo que era hora de regresar a casa, pero antes dio una última mirada al roble. “Hoy descubrí que el viento no solo sopla, sino que también habla”, dijo, con la voz llena de asombro.

El árbol le respondió con un suave crujido y una brisa cálida acarició su rostro. Luna se levantó y comenzó a caminar de regreso, sintiendo en su corazón que el bosque nunca dejaría de susurrar. Al final del camino, giró una vez más y susurró: “Hasta mañana, querido bosque.”

Y así, cada noche, al caer el sol, Luna volvía a visitar a sus amigos del bosque, escuchando sus historias, compartiendo risas y sueños hasta que el viento se hizo canto de cuna, arrullándola en un sueño profundo y sereno.

Y en cada susurro del viento, en cada crujido de las hojas, estaba la promesa de nuevas aventuras y la magia que nunca dejaría de existir.



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