El país donde nacían las flores todo el año

El país donde nacían las flores todo el año

En un rincón escondido del planeta, donde los mapas antiguos marcaban con cuidado, existía un país maravilloso llamado Floralia. En Floralia, las flores no entendían de estaciones y brotaban gloriosas durante todo el año. Campos de jazmines, rosales alborotados, y tulipanes de todos los colores llenaban el aire con su fragancia y susurros coloridos.

Rocío, una niña de grandes ojos curiosos, vivía en el corazón de este país. Rocío amaba las flores más que cualquier otra cosa. Le encantaba correr entre los girasoles gigantes, revolotear con las mariposas y sentir la brisa acariciando los pétalos. Su juego favorito consistía en encontrar las flores más raras y protegerlas como si fueran tesoros.

Una mañana, mientras paseaba por el bosque encantado de lilas, Rocío encontró una flor como ninguna otra. Era una orquídea dorada, cuyos pétalos brillaban como el sol. Sintió un impulso irrefrenable de cuidar de aquella maravilla y decidió llevarla a casa.

Allí, su abuela Pilar, quien conocía todos los secretos del jardín, la miró con sabiduría en los ojos. “Rocío, querida,” dijo suavemente, “esta orquídea solo florece si quienes la cuidan tienen un corazón puro y llenan el mundo de amor y alegría.”

Rocío, con toda la inocencia y sinceridad de un niño, prometió a su abuela que cuidaría de la orquídea con todo su corazón. Así comenzó la aventura de Rocío y la orquídea dorada. Cada día, la niña cantaba dulces melodías, regaba la planta con agua cristalina y la rodeaba de risas y cuentos.

A medida que el tiempo pasaba, la orquídea se volvía más y más brillante, hasta que un día, algo mágico ocurrió. La orquídea dorada dejó caer una semilla que Rocío recogió con cuidado. Sin saber qué hacer, corrió hacia su abuela Pilar.

La abuela sonrió y dijo, “Planta esta semilla en el centro del jardín, Rocío. Es un regalo del amor y la pureza que has compartido con la flor.” La niña hizo exactamente eso. Con sus manitas formó un pequeño agujero en la tierra, depositó la semilla y la cubrió suavemente.

A medida que pasaron los días, la semilla empezó a germinar y creció hasta convertirse en un árbol espléndido que daba flores de todos los colores y formas. Las flores de este árbol no solo eran hermosas, sino que también tenían la habilidad de sanar corazones y mentes.

La noticia del árbol milagroso se extendió por todo Floralia y más allá. La gente venía de lugares lejanos para admirar su belleza y sentir su paz. Rocío, siempre con una sonrisa, compartía las flores con todos aquellos que las necesitaban.

Así, el país donde nacían las flores todo el año se convirtió en un símbolo de amor y esperanza. Y Rocío, con su corazón puro, nos enseñó que el verdadero milagro yace en la bondad y en la pura alegría de compartir.



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