El gatito y la mariposa de colores

El gatito y la mariposa de colores
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En un pequeño pueblo de Andalucía, donde las casas parecían susurrar secretos al anochecer, vivía un gatico de suaves pelajes llamados nube. Sus ojos, dos pequeños faros verdes, brillaban con el fulgor del misterio que sólo el atardecer podía ofrecer. Nube era curiosa por naturaleza y pasaba sus días explorando los rincones más escondidos del jardín de su dueña, la abuela Isabel.

Una tarde, mientras el sol se despedía y el cielo se pintaba de tonos anaranjados, Nube divisó algo fascinante danzando en el aire. Una mariposa de colores vibrantes, ataviada con alas que deslumbraban en cada tonada de luz, revoloteaba cerca de las flores. Se llamaba Marisol, y el aire a su alrededor parecía vibrar con canciones antiguas de libertad.

Nube, intrigada, decidió seguir a Marisol. Con un suave paso, se deslizó entre las sombras, pero la mariposa siempre parecía un poco más allá, como un susurro de un sueño que no se puede alcanzar. Jugaron al escondite, saltando entre girasoles y persiguiendo las sombras de las nubes, mientras el crepúsculo vestía al mundo con tonos de magia.

Marisol, al notar la tenacidad de Nube, decidió detener su danza. Se posó delicadamente sobre una hoja de un rosal, dejando que su belleza deslumbrante resplandeciera. “¿Por qué persigues a esta mariposa, pequeño amigo?” preguntó con voz melodiosa.

“Porque eres maravillosa”, respondió Nube, embelesado por los destellos de colores que había en las alas de Marisol. “Quiero saber más de ti, de tus aventuras en este vasto mundo”.

“Entonces, cierra los ojos y escucha”, dijo Marisol, mientras sus alas desplegaban un suave brillo. “Cada color que ves cuenta una historia. El azul del cielo habla de la paz, el dorado del sol del calor del amor, y el verde de las hojas susurra secretos de la vida”.

Con cada palabra, Nube sentía cómo su corazón se llenaba de alegría. Marisol, con su mágica voz, le hablaba de ríos que giraban como serpientes de cristal, de montañas que tocaban las estrellas y de flores que sonreían al pasto. Nube, inmerso en este mundo de relatos, olvidó la noche llegando y se perdió en el murmullo del viento entre las hojas.

Cuando la luna comenzó a asomarse, brillando como un ojo curioso en el cielo, Marisol dio un último batir de alas. “Es hora de que regreses a casa, querido Nube. El mundo es inmenso, pero siempre habrá un rincón donde las historias susurran a quienes saben escuchar.”

“Prometo que volveré a buscarte”, dijo Nube, mientras la mariposa tomaba vuelo, dejando un rastro de luz a su paso. La mariposa se detuvo un instante en el aire y sonrió, “Te espero en el jardín de los sueños, donde cada noche las estrellas cuentan cuentos de nuestro universo.”

Así, con el corazón lleno de nuevas aventuras, Nube regresó a casa y se acomodó en su cálido rincón, mientras la noche lo abrazaba. Con la certeza de que cada sueño sería un nuevo camino para descubrir, cerró los ojos, dejando que las palabras de Marisol tejieran suaves historias en su mente, y se dejó llevar por el dulce manto del sueño.



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